martes, 30 de noviembre de 2010

Cuestión de confianza

Para mí todo funciona por la confianza.

La gente sigue las indicaciones de un médico, porque confía en la ciencia y en ese médico.
La gente vive y duerme tranquila en su casa, porque confía en el arquitecto que la hizo.
La gente se sube a un avión, porque confía en los ingenieros que lo hicieron y en el piloto
que lo maneja. Cualquier proyecto de dos o más personas se basa en la confianza que tenemos en los demás. El amor se basa en la confianza. Todos somos desconfiados, por naturaleza, es nuestra manera de protegernos. La confianza se hace de a dos. Es tan difícil construir la confianza, y es tan fácil perderla.




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¿Algunos pensaron que pasa cuando viajamos en un avión?
Nos sientan, nos ponen el cinturón de seguridad, nos dan de comer, nos pasan una película, apagan las lucen y nos hacen dormir. Cuando estamos en un avión nos tratan como a bebés.
¿Y por qué hacen eso? Ustedes piensen que muchas personas que viajan en un tubo de aluminio. Todos ponemos nuestra vida en manos de una sola persona: el piloto. Cuando viajamos en un avión somos como bebés que dependemos del piloto, y no podemos hacer nada. Solo dependemos de él y lo que hagan para entretenernos. El bebé llora, y el adulto debe ocuparse de él. Eso no es algo que se enseña, eso se siente. Pero nosotros no somos bebés, ni tampoco estamos a diez mil metros de altura. No dependemos de nadie que nos cuide. Todos podemos ser pilotos de nuestra propia vida.